Conociendo la maternidad con un prematuro
- Carolina Samur
- 3 sept 2020
- 6 Min. de lectura
Cada que recuerdo mis primeros meses de mamá, por alguna razón se me hace un nudo en la garganta, siento esa sensación inexplicable de llorar cuando vienen a mi cabeza esos sublimes y duros recuerdos que viví con Farid a su llegada.
En otra entrada les conté un poco sobre mi parto sorpresa, y hoy quiero contarles sobre mi aventura conociendo la maternidad con un bebé prematuro.
Todas las que hemos sido mamás sabemos lo difícil que son los tres primeros meses, no solo por los trasnoches, el cansancio y los aprendizajes, sino también por todo lo que sentimos… la depresión post parto es una realidad, las hormonas y sus efectos son reales, las emociones a flor de piel son parte de cada segundo de nuestros días, el miedo nos invade… y siendo sincera, todo esto con un prematuro fue un reto que me dejó muchos aprendizajes.
Farid llegó al mundo con 1,980 Kg. y 40 cm. apurado por conocer el mundo, ansioso por descubrir lo que había fuera de la cálida pancita de mamá, frágil pero valiente, pequeño de tamaño, pero, demostrando un carácter fuerte desde el primer día. A su llegada ensordeció el ambiente con su potente llanto y que a la vez estaba lleno de dulzura. Dos padres primerizos recibían a la personita que cambiaría y revolucionaría sus vidas en medio de angustia, incertidumbre, miedos, pero al mismo tiempo llenos de amor e ilusión.
Habíamos preparado tanto para su llegada… y de pronto nos veíamos todos en aprietos, nada le servía, nada le quedaba… nuestras familias salvaron el apuro y en pocas horas, nos llegó mucha ropa de regalo y todo lo que necesitábamos para Farid el apurado.

Si bien el apego inmediato es lo mejor, yo no tuve este privilegio y como les conté antes, prácticamente conocí a Farid al día siguiente de su nacimiento, y puedo asegurar que el apego con él fue inexplicablemente natural, él, apenas entré a la sala de neonatología sabía que estaba ahí, y en su pequeño tamaño empezó a moverse demostrando la alegría de escucharme. Apenas lo tuve en mis brazos nos convertimos en uno solo y aunque intente explicarlo en palabras, solo una mamá puede entender esa sensación de convertirse en UNO durante un abrazo. Nuestro primer contacto fue cuidadoso, porque literalmente parecía que iba a desarmarse, pero a los pocos minutos me demostró que no, él era fuerte, MUY FUERTE, y aunque muchos no me crean, desde que nació tenía tanta fuerza que lograba sostener su cabecita por sí solo, y con eso me dio seguridad de que no era tan frágil como parecía. Durante los 5 días que estuvo internado, más de una vez logró liberarse solo de la sonda y del suero, mostrándonos desde muy pequeño lo inquieto que sería.

Yo dejé el hospital antes que Farid, y el día que lo hice mi esposo me llevo a cenar a mí y a toda mi familia a la casa de mis suegros para “brindar” por la llegada de Farid, el gesto del festejo fue muy lindo, lo que no fue tan agradable fue tener que pasar por la calle empedrada que va a la casa de mis suegros a las 48 horas de mi cesárea (si, todavía no entiendo porque accedí a irme de “fiesta” tan rápido y si, todavía le reclamo a mi esposo lo que me pidió que haga jajaja), pero como todo en la vida, todo tiene un porque, y pues ese día una de mis cuñadas (que tuvo su bebé un mes antes) me prestó a su bebé para que lo pueda poner al pecho (como Farid era tan pequeño le costaba mucho succionar) y no hay nada que le agradezca más a mi cuñada pues así al día siguiente pude llevarle a Farid más de 6 oz. de leche (las que son mamás entenderán lo que eso significa en una mamá primeriza).
El cuarto día de Farid en la clínica el médico me dijo que si tomaba hasta el día siguiente al menos 30ml. De leche por toma lo daba de alta, si no, tendría que quedarse un día más hasta que lo logre. Nunca me voy a olvidar cuanto le hablaba mientras le daba leche (inicialmente en mamadera justamente para controlar cuanto tomaba), le pedía que por favor haga el esfuerzo de terminarse su leche, lo único que quería era llevarme a mi bebé a casa. Y así el quinto día, mi campeón termino sus 30ml. Lo bañamos con las enfermeras, le pusimos por primera vez su diminuta ropita, lo envolvimos en “su mantita” (ojo que hasta el día de hoy no la suelta y ese es tema para otra entrada) y nos fuimos a casa con la sonrisa de oreja a oreja y el corazón rebosando de felicidad.

Llegar a casa fue por un lado un respiro, ya que suponía que Farid estaba en perfecto estado, pero también significaba que desde ese momento era YO la responsable de cuidar a esa pequeña e indefensa personita, y bueno como siempre, según yo tenía todo controlado.
Llegamos a casa como a las tres de la tarde y a las cuatro ya teníamos la compañía de nuestras familias ansiosas por conocer a Farid, ya que solo estábamos permitidos de ver a Farid su papá y yo mientras él estuvo en la clínica… sinceramente no soy una persona a la que le gustan las reuniones con muchas personas (disfruto del silencio cuando estoy sola), pero era obvio que todos quería conocer al nuevo bebé. Llegó la hora de cambiar el primer pañal, y ahí yo toda una novata (valga la aclaración que nunca antes había cambiado un solo pañal) y mi cuñada me dice ¿te ayudo? – yo: no tranquila yo sé… 2 minutos después… mi cuñada: Carito.. esta al revés… jajajaja así me agarro la maternidad, mucho había leído, pero poco había practicado.
Nuestros primeros días en casa fueron relativamente tranquilos, como todos los bebés recién nacidos, Farid tomaba su leche, lo hacía botar chanchitos (parece fácil, pero no lo es), le cambiaba el pañal, dormía y se repetía todo otra vez. Suena relativamente fácil, sobre todo cuando te dicen que toman leche cada 3 horas (piensas que tienes al menos 2 horas para descasar), por lo menos yo lo veía fácil cuando me lo contaba así, pero no piensas que lo que pasa después de la toma de leche a veces te demora las dos horas de “descanso” que planificabas. Así vas descubriendo la maternidad, viviéndola cada minuto del día. Yo viví todo esto un poco más intenso, pues por el peso de Farid, tenía que alimentarlo cada DOS HORAS. Hubo muchas noches que estaba tan cansada que al día siguiente no me acordaba lo que había pasado durante la noche. Todas las noches mi esposo se convertía en nuestro héroe, el se encargaba de calentar la leche, le sacaba sus chanchitos y me ayudaba a despertar porque literalmente no podía mantener los ojos abiertos.
Los días pasaron y a pocos días de cumplir un mes empezaron los cólicos y el reflujo, ambos normales en bebés prematuros, pero no por ser normales son fáciles de lidiar con ellos, y la verdad que con lo que más sufrí fue con el llanto inconsolable de los cólicos. Me dolía el corazón escucharlo llorar así, y creo que sufría yo más que él, aprendí todas las técnicas existentes para sacar chanchos, pero nada funcionaba. Finalmente encontré un remedio natural de “Little Remedies” que fue el único que a él lo ayudó.
Fueron tres meses que sentí que fueron eternos en su conjunto, pero al mismo tiempo las horas del día se me pasaban volando y sin darme cuenta las noches dejaron de ser caóticas, mis horas de sueño aumentaron, me sentía más descansada, más tranquila y sobre todo más segura de lo que hacía, y lo hice sola, fui yo quién aprendió a ser mamá a su manera, pues cada experiencia en la maternidad es única y solo la intuición que nace en ti junto con esa pequeña criatura es la que te guía en todo este proceso de aprendizaje, solo siendo mamá uno entiende lo que es la “intuición de madre” y lo natural que es esta.
Aprender a ser mamá con un prematuro me dejo un sinfín de enseñanzas, me enseñó a ser menos calculadora y pensar que tengo todo bajo control, me enseñó a no perder el control cuando siento que no puedo más, me enseñó a valorar más que nunca todo lo que mi mamá hizo por mí y mis hermanos y luego hizo por mi hijo.
Conocer la maternidad es sin duda una de las cosas más hermosas que nos pasa a las mujeres, pero también uno de los retos más importante en nuestras vidas. Para mí, aprender a ser mamá ha sido sin duda alguna más retador de lo que me imaginé que sería, pero luego volteo y veo que el tiempo pasa muy rápido, que ellos crecen y se hacen independientes, ves sus sonrisas, sientes su amor incondicional y sin medida… y todo ABSOLUTAMENTE TODO valió la pena por ellos.
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