Uno de los momentos más agridulces de la maternidad en el inicio de la etapa escolar. Y si bien los cursos obligatorios son pre-kinder y kínder, el general de los niños empiezan a ir a taller inicial a los 2 años.
Digo que es un momento agridulce, porque por un lado el corazón se te estruja al saber que a partir de ese momento empiezan a volar solos y a hacerse independientes, y por otro lado, por fin empiezas a sentir esos aires de libertad (que duran unas pocas horas en la mañana) que no sentías hace mucho.
Farid empezó taller inicial hace exactamente un año con 2 añitos apenas cumplidos. Su primer día me dolió más a mí dejarlo que a él quedarse. Llegamos a la puerta del curso y me dijo chau mamita… así sin una palabra más me fui al auto a llorar. La adaptación de Farid a su nueva vida fue muy rápida y prácticamente sin llanto. Y debo admitir que la mía fue igual. De pronto tenía toda la mañana para dedicarme a mí (trabajo, ejercicio, la casa, etc) y sinceramente fue algo que me encantó.
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Este año iniciamos el nuevo curso con muchas expectativas, nueva profe, nuevo curso y nuevos amigos. La adaptación fue terrible… El año pasado Farid empezó a medio año, así que no nos toco el primer día de clases (sinceramente los próximos años no llevaría a mi hijo por lo menos toda la primera semana de clases). Las primeras dos a tres semanas fue puro llanto (obvio se calmaba a los 10 minutos que me iba) y me dolía mucho dejarlo así, pero quedarme con él para mí era seguir retrasando ese proceso de adaptación. Así pasaron las primeras tres semanas de adaptación, cada día su llegada a la guarde era más tranquila y feliz, además que a diferencia del año pasado ya no peleaba con los niños (esa historia la guardaré para otra entrada).
La felicidad y libertad me duró poco, seis semanas de clases presenciales transcurridas y el 12 de marzo como un balde de agua fría las clases fueron suspendidas indefinidamente por la pandemia… ingenuamente pensé que duraría un mes, dos exagerando.
Aquí me tienen a casi 5 meses de que iniciamos el homeschool, guiada por una profe excelente y nuestra guarde que nos apoya increíblemente, y hoy más que nunca admiro y respeto el trabajo valioso de la enseñanza, sobre todo a los más pequeñitos.
Y bueno siguiendo con la sinceridad que me caracteriza, también debo admitir que admiro y respeto también a todas las mamás que practican el homeschool como elección antes de todo esto, porque es uno de los retos más grande que me toco enfrentar.
Farid es un niño muy inquieto (más inquieto que el común de los niños) y además es muy disperso, por lo tanto, es muy difícil sentarlo a que hagas sus tareas, es más, ya no puedo mencionar la palabra tarea, pues al escucharla empieza un berriche que sinceramente prefiero evitarlo, así que me ingenio la forma de que jugando terminemos haciendo las actividades que nos mandan a diario.
En mi día a día he intentado mantener un rutina relativamente igual a la que tenía antes de la pandemia, pero también ha habido días en los que he disfrutado de quedarme en cama con Farid hasta las 9 am, he disfrutado ver su cara de felicidad al decirle hoy no haremos tareas, he disfrutado tener la casa desordenada con tal de verlo feliz jugando con todos sus juguetes por todo lado, he disfrutado las pijamadas a media semana viendo una peli juntos hasta tarde y dormirnos juntitos hasta el día siguiente.
Se que es importante que los niños tengan rutinas, que tiene que tener orden en sus vidas, y que deben seguir aprendiendo, pero también sé, que el día de mañana cuando todo vuelva a normalidad, la vida volverá a ser caótica, volveremos a estar apurados para todo y seguramente pasaran otros cientos de años para que una nueva generación pare.
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Hoy ya con más de medio año vencido y con algunos meses más de homeschool restantes me siento agotada, física, mental y emocionalmente. Hacer tareas con Farid es solo una de las cosas que hago en el día, yo me encargo sola de la casa, de limpiar, lavar, planchar, cocinar, ordenar (mi esposo trabaja todo el día y me ayuda en lo que puede), y además cuidar a Farid, jugar con él, pasar clases en línea, preparar y hacer sus tareas acompañándolo, y por último pero no menos importante el trabajo, manejo dos páginas en Facebook, soy agente inmobiliaria y además ahora estoy con el blog… hoy volví con mi rutina de despertar a las 5am pues cada día se me hace más corto, termino el día agotada pero con muchos pendientes que se me siguen acumulando. Es por eso que hay días y a veces semanas en las que simplemente decidimos darnos un respiro, porque a pesar de toda la situación, las mamás nos hemos esforzado por tratar de que la vida siga encaminada en todo sentido.
Quiero compartir además con ustedes algunas lecciones que me aprendí en esta pandemia relacionadas con el homeschool:
Nunca pienses que mandar a tu hijo a taller inicial es una perdida de tiempo y dinero, vas a quedar sorprendida de la cantidad de cosas que aprenden en esa etapa.
No critiques el trabajo de un profesor, no sabes los grandes esfuerzos que hacen para mantener a tu hij@ feliz, motivado y concentrado.
No pienses que los profesores de taller inicial no hacen nada, viví de cerca el arduo trabajo de los profesores, más ahora en esta situación. Han sabido llegar de diferentes formas a nuestros hijos y es invaluable la alegría que sienten cuando se conectan y se ven.
La paciencia será tu mejor aliado, durante el tiempo que realices homeschool ármate de paciencia porque la necesitarás de sobra. Los padres estamos acostumbrados a lidiar con nuestros hij@s en situación de diversión, recreación y no de aprendizaje. Es muy normal que se pongan rebeldes y que prueben hasta donde pueden llegar con tal de no hacer tareas y pasar ese momento jugando.
Adecua un espacio de la casa para que pasen clases. Esto te ayudará a que reconozcan ese lugar y ese momento de aprendizaje. Al estar en tu casa, será muy común que se levante y vayan a buscar su juguete favorito y se distraigan fácilmente.
Determina una hora del día para dedicarte a las actividades de aprendizaje, preferentemente en la mañana, y trata de que sea una rutina relativamente estricta.
No los presiones, recuerda que, si esta situación es difícil para ti, seguramente para ellos puede ser aún peor y ellos todavía no pueden expresarse como lo haces tú. Ponerse rebeldes y caprichosos a la hora de hacer tareas es muy normal. Dentro de los límites aceptables, deja que el elija que actividades quiere realizar y no presiones a que termine absolutamente todo.
No te presiones, a veces nosotros mismos somos los que nos ponemos la vara muy alta, no va pasar nada si hoy no terminan las tareas, no pasará nada si hoy deciden armar legos en vez de pintar, no va pasar nada si deciden ir a dar un paseo al aire libre, en vez de conectarse a la clase. Hacer más de lo que nos hace felices, es mejor que hacer más de lo que deberíamos hacer según los patrones.
Y por último disfruta, si bien todos estamos estresados por toda esta situación, hay algunas cosas buenas rescatables, y entre esas la más importante por lo menos para nosotros fue todo el tiempo que tuvimos para disfrutar en familia. Hemos cocinado de todo, hemos jugado de todo, hemos visto un montón de pelis, aprendimos jardinería, hicimos de peluqueros, disfrutamos de caminatas al aire libre en el parque que tenemos al frente y que nunca lo disfrutábamos, hemos reído, hemos llorado y sobre todo nos hemos acompañado.
A ti que hoy me estas leyendo, solo deseo que lo que quede de esta pandemia se te haga leve, que la sonrisa vuelva a tu vida, que la alegría inunde tus días y que la preocupación e incertidumbre se esfume. Esto también pasará y sin darnos cuenta, estaremos una vez más en la puerta del kínder dejando a nuestros niños para que sigan volando.
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